El pasado 19 de septiembre se celebró en el Multicine Infanta – que por ahora debe su nombre a la calle donde está ubicado, y no a la labor cultural de la Infanta Mariela Castro –, la más reciente sesión del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
El ilustrado batallón, compuesto por respetables personas, a quienes, por razones conocidas, (la intelectualidad no es combativa ni rebelde) el gobierno considera de poca monta, se reunió para debatir las serias deformidades de expresiones musicales que con su vulgaridad contaminan el ambiente sonoro de nuestra isla caribeña.
La solución parece querer llegar a tiempo. El problema es de atención, y no sólo le compete a un género musical o a cualquier otro; sino a la absoluta pérdida de valores, ya sean musicales, sociales; y hasta espirituales, y a la cada día más creciente afectación cultural entre nosotros los cubanos.
Se hicieron tantas y tan interesantes propuestas que el acuerdo parecía un menú de restaurante chino. Insistieron en la urgencia del diálogo entre las instituciones culturales y educacionales con los medios de difusión, organismos del sector turístico, artistas, programadores, críticos, promotores. Es de humanos errar, pero es mucho mas de humanos echarle la culpa al de al lado; entonces, hablaron de dificultades, de faltas materiales, del “Bloqueo”, y de indisciplinas.
También se informó sobre una nueva norma jurídica capaz de regular el uso de la música; está en fase de formulación.
Personalmente me atraparon las palabras que emocionado pronunció Rafael Bernal, hoy Ministro de Cultura: “No basta con identificar los problemas, sino se impone el estilo que hoy va ganando terreno en las instituciones culturales: concretar acciones, prever soluciones y planificar estrategias”.
Lo que aún no he logrado entender es cómo enfrentar un problema centrando la vista en la pluma, y no en el gallo. Sabemos que la causa que dio origen a estos aplastantes efectos, no está en partituras musicales, ni en la suave cadencia de una melodía, tampoco es un acertijo. El germen de este deslustre es la Revolución que, entre otras cosas, arrasó con las tradiciones, separó familias, impuso normas sociales de irreverencia e irrespeto, e hizo que la servilleta y hasta el papel sanitario trastocaran su función desde que se convirtieron en “despreciables costumbres pequeño burguesas”.
El detalle de humor o de horror, estuvo en el invitado de honor a tan importante reunión. Los intelectuales cubanos contaron con la presencia del siempre encantador, carismático y peso completo corporal Esteban Lazo, miembro del buró político y vicepresidente del Consejo de Estado, poseedor de un lenguaje que en palabras no supera los caracteres de un twitter, quien calificó la plenaria con una frase aprendida que ha hecho suya y se ajusta lo mismo para inaugurar secundarias, clausurar congresos o despedir duelos: Esto ha sido una reflexión seria, profunda, y comprometida con la Patria.
El ilustrado batallón, compuesto por respetables personas, a quienes, por razones conocidas, (la intelectualidad no es combativa ni rebelde) el gobierno considera de poca monta, se reunió para debatir las serias deformidades de expresiones musicales que con su vulgaridad contaminan el ambiente sonoro de nuestra isla caribeña.
La solución parece querer llegar a tiempo. El problema es de atención, y no sólo le compete a un género musical o a cualquier otro; sino a la absoluta pérdida de valores, ya sean musicales, sociales; y hasta espirituales, y a la cada día más creciente afectación cultural entre nosotros los cubanos.
Se hicieron tantas y tan interesantes propuestas que el acuerdo parecía un menú de restaurante chino. Insistieron en la urgencia del diálogo entre las instituciones culturales y educacionales con los medios de difusión, organismos del sector turístico, artistas, programadores, críticos, promotores. Es de humanos errar, pero es mucho mas de humanos echarle la culpa al de al lado; entonces, hablaron de dificultades, de faltas materiales, del “Bloqueo”, y de indisciplinas.
También se informó sobre una nueva norma jurídica capaz de regular el uso de la música; está en fase de formulación.
Personalmente me atraparon las palabras que emocionado pronunció Rafael Bernal, hoy Ministro de Cultura: “No basta con identificar los problemas, sino se impone el estilo que hoy va ganando terreno en las instituciones culturales: concretar acciones, prever soluciones y planificar estrategias”.
Lo que aún no he logrado entender es cómo enfrentar un problema centrando la vista en la pluma, y no en el gallo. Sabemos que la causa que dio origen a estos aplastantes efectos, no está en partituras musicales, ni en la suave cadencia de una melodía, tampoco es un acertijo. El germen de este deslustre es la Revolución que, entre otras cosas, arrasó con las tradiciones, separó familias, impuso normas sociales de irreverencia e irrespeto, e hizo que la servilleta y hasta el papel sanitario trastocaran su función desde que se convirtieron en “despreciables costumbres pequeño burguesas”.
El detalle de humor o de horror, estuvo en el invitado de honor a tan importante reunión. Los intelectuales cubanos contaron con la presencia del siempre encantador, carismático y peso completo corporal Esteban Lazo, miembro del buró político y vicepresidente del Consejo de Estado, poseedor de un lenguaje que en palabras no supera los caracteres de un twitter, quien calificó la plenaria con una frase aprendida que ha hecho suya y se ajusta lo mismo para inaugurar secundarias, clausurar congresos o despedir duelos: Esto ha sido una reflexión seria, profunda, y comprometida con la Patria.